sábado, 21 de febrero de 2009

Buscando un estilo

Hace mucho que Darthcom y yo nos conocemos. Ha llovido mucho, pero curiosamente no ha nevado ni una sola vez. No son pocas las risas que hemos hechado juntos, ni las locuras que se nos han ocurrido.
Tras mucho tiempo sin vernos me hablo de este blog. Le dije que hacía siglos que no escribía y que me gustaría volver a empezar en serio. Con una amplia sonrisa me dijo que aquí podría escribir lo que quisiera.
Pues bien, ahí va mi declaración de intenciones. Estoy buscando mi estilo, no se si conseguiré que os escondaís debajo de la cama de puro terror u os partireís el culo con mis historias. Ya que no tengo claro si irme al humor o quedarme en el terror más absoluto. Lo que esta claro es que desde esta plataforma podreís comentar que os parece lo que escribo. Espero críticas duras a cuchillo, no por masoquismo, es solo que quiero crear buenas historias y que mejor que un público que no me conoce de nada para una opinión objetiva.

Para que podais comparar os dejo un texto corto, una gran paranoya que escribí hace mucho, mucho tiempo. Por su puesto mi estilo ha cambiado o eso creo.
Este es el mini-pseudo relato 9 de corazones:

El Sombrerero loco contaba desquiciado. Le faltaba un nueve de corazones, y por más que buscaba en el solitario de su vida no conseguía completarlo. Tenía que completar la partida, porque su obsesiva personalidad no le permitía comenzar una nueva partida sin acabar la que ya estaba empezada.

Así que se dío cuenta de que en vez de hacer el solitario estaba contando las cartas que estaban vueltas para calcular en que posición podía estar el maldito nueve de corazones.

Sus ojos comenzaron a girar desorbitados y la cabeza parecía darle vueltas, de su sombrero empezó a salir un espeso humo gris, que asusto a su amigo el Conejo, el cual nada más pasársele el sofocón, empezó a gritarle que debían celebrar ya su no-cumpleaños, gritándole en la oreja al Sombrerero, que ya solo podía contar las cartas obsesiva y rápidamente. Usando los dedos, el cerebro y un único ojo que consiguió fijar en el montón de cartas, mientras el otro giraba y giraba.

Tanto se exalto con los sonoros gritos y asfixiantes chillidos del Conejo, que las venas de las manos y la sien empezaron a hinchársele. Todo él parecía una locomotora, a punto de estallar, una caldera de fuego rojo.

El Conejo se cansó de gritar, berrear e importunar, y decidió celebrar él solo su no cumpleaños, mientras el Sombrerero sudaba a mares, sudo tanto que el agua cubrió todo. El Conejo manoteó, al subir el nivel del agua, estaba a punto de ahogarse en el claro del jardín del Sombrerero.

Aunque no parezca lógico el agua subió y subió, en forma de cilindro, sin escapar ni una pequeña porción de la mas ínfima parte del agua salada del jardín.

Mientras tanto el Sombrerero era ajeno a todo ésto.

Él flotaba con medio cuerpo hundido, apoyado con los brazos en la mesa de las cartas, que flotaba y se movía aleatoriamente.

Durante todos estos sucesos, el nueve de corazones se reía muy bajito en la cinta de la chistera del sombrerero. Las cuentas nunca le saldrían porque el mazo de cartas estaba incompleto sin él, el flamante y rojo nueve de corazones.

El Sombrerero se desespero y comenzó a llorar. Mientras el Conejo pescaba truchas de tres metros con su equipo de pesca submarina bajo los pies de este. Como no dejaba de llorar el nivel del agua subió, y el conejo empezó a capturar ballenas.

Llegaron a la altura de la Luna, que no es ni más ni menos que un espejo de plata gigante. Y al chocar contra ella, el Sombrero del sombrerero se arrugó como un acordeón, al son de una sonata desconocida, que nunca será escrita.

Miró hacía arriba y vio en la Luna su propio reflejo, y al nueve de corazones, llorando de risa. Lo cogió con fuerza y terminó su partida al solitario.

Ya era libre para hacer lo que quisiera así que, guardo las cartas, pegó la boca a la superficie de agua y gritó hasta formar una bola de aire sonoro, que como todo el mundo sabe bajo hacía el Conejo, y estalló en su oído.

El Conejo se maravilló de que una burbuja cuadrada y sonora, fuese hacia abajo en lugar de hacia arriba. Pero más aún cuando explotó en su oído y oyó lo inaudible. Subió hacia arriba y se tendió en la mesa. El Sombrerero se sentó a su lado, enroscó las enormes orejas del Conejo en forma de hélice y se fueron navegando en busca de un nuevo hogar menos húmedo, pero como el agua tenía forma de cilindro se cayeron por el borde, cayeron durante meses en el desorden de su mundo desordenado y mientras caían cambiaban las flores de sitio, agarraban gaviotas que metieron en madrigueras de topos, al llegar al suelo y a los topitos de las madrigueras los lanzaron al cielo a volar.

Cuando bajaron al centro de la Tierra al ver que era de chocolate se lo comieron. Acompañándolo de un poco de leche tibia que el sombrerero llevaba en la chaqueta a cuadros de pingüino que llevaba.

Cansados de tanto ajetreo se durmieron, pero esto no duró mucho, porque el Conejo había puesto el reloj a las siete para volver a casa. El reloj no era otro que su corazón, y a las siete empezó a bombear y retumbar hasta que lo despertó. El conejo desconecto la alarma tirándose de su rabito. Llamó al sombrerero y le dijo que se iba a casa y que era mejor que él hiciera lo mismo, puesto que el agua ya se abría secado. Y como todas las fantasías, se difuminaron y desaparecieron hasta que la mente de alguien los despertase para vivir otra aventura.

1 comentario:

Esparteño dijo...

¿Tu estilo? ¿Por qué ceñirte a un estilo cuando puedes escribir sobre todo?, pero sobre todo escribe por favor jejeje
Bienvenido.

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