Pero bueno, una cosa es tener nostalgia y querer revivir las glorias pasadas porque uno puede y tiene los cojones de piedra (véase John Rambo), y otra cosa es aprovecharse de la nostalgia colectiva para lanzar al mercado pobres versiones de lo que antaño fué magnífico con el único fin de sacarnos todos los euros del bolsillo, ya sea en forma de entrada de cine, de DVD, o de merchandaising casposo (véase Las Guerras Clon).
Y es que lo que quiero decir es que, si uno va a rendir un homenaje a un éxito pasado (o si simplemente va a relanzar una franquicia aprovechando el tirón), hay que hacerlo respetando el espíritu original. Y es aquí a donde quería llegar.
El otro día, paseando por unos conocidos grandes almacenes, me encontré con esto:

Como lo ven, una figurita del carismático Optimus Prime, relanzada para sacarle beneficios al tirón de la película (y futura secuela) del profanador de tumbas Michael Bay.
Hasta aquí todo bien, pero algo reclama mi atención cuando me fijo mejor y me doy cuenta de la terrible realidad: Ni siquiera es un transformer.
Como lo leen amigos. Hasta tal punto ha llegado la degeneración por vender y vender que ya no se respeta ni lo más sagrado. ¿Cómo puede venderse un Transformer que no se transforma? Es como vender un balón de baloncesto que no bota o una película de Terminator sin Arnold.
En fin, que atrás quedaron aquellos días en los que me iba a jugar a casa de mi vecino y nos pasábamos media tarde transformando a Optimus de robot a camión y viceversa. Qué mierda de mundo les ha tocado vivir a nuestros hijos (y hermanos chicos).
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